El 2020 será recordado dentro del tenis mexicano como el año de los piquetes de ojo, zancadillas y patadas en los testículos, sin embargo, se detecto a directivos sui generis, que si bien es cierto con ideas diferentes a través de sus aportaciones lograron gravitar en la misma órbita.
Juan Porras en tan solo tres meses de trabajo, en lo que fue un interinato que termina el 31 de diciembre, dejó un patrocinio que permitirá la organización de justas profesionales, así para infantiles y juveniles y un calendario de mayor a 100 torneos.
Adolfo Martínez rentó el Club Brenamiel y lo mantuvo abierto todo el año protegiendo fuentes de trabajo y se dio el lujo de organizar torneos cuando otras asociaciones con fines políticos los cancelaron, lo cual merece respeto porque de lo que se trata en este juego es precisamente que el juego no se detenga.