Por Alejandro Álvarez Zenith

Durante la década de los años setenta, comenzaron a gestarse acontecimientos que impulsaron notablemente al tenis mexicano. Fue una época dorada marcada por la figura de Raúl Ramírez, quien alcanzó el número cuatro del mundo en singles y el primer lugar en dobles. Este auge motivó a diversos empresarios a invertir en infraestructura, dando lugar a la creación de clubes, en su mayoría bajo las organizaciones Britania y Casablanca, así como otros tantos de forma independiente.

Con el objetivo de promocionar estos espacios, se recurrió al respaldo de la Federación Internacional de Tenis (ITF). Así nació el primer evento oficial con puntuación en el circuito mundial a niel juvenil: la Copa Internacional Casablanca, que se consolidó al club Satélite y hoy esta cerrado. No obstante, con el tiempo, muchos clubes desaparecieron, víctimas de malas administraciones o de decisiones poco éticas por parte de consejos directivos que adquirieron acciones con fines especulativos.

Años antes el primer gran evento de tenis profesional en México fue el Campeonato Mundial de Dobles, celebrado en el Auditorio Nacional, conquistado por Raúl Ramírez —formado en el sur de California— junto al estadounidense Brian Gottfried en 1975. Paralelamente, Jorge Rendón, con el respaldo de la World Championship Tennis (WCT), impulsó otros torneos de singles, dando inicio a una historia que se escribió también en Monterrey, de la mano del empresario De Los Santos y de Hernán Garza, quien hoy por hoy es el promotor de tenis con mayor trayectoria en el país: su labor ininterrumpida entre 1976 y 2025 así lo demuestra.

El movimiento profesional liderado por Rendón y sus colaboradores trajo a México a las grandes figuras del tenis mundial. Entre los mexicanos que protagonizaron esta etapa destacan Marcelo Lara, Joaquín Loyo Mayo, Emilio Montaño y el propio Raúl Ramírez: los primeros cuatro jugadores nacionales en ubicarse dentro del top 100 mundial.

Actualmente, México cuenta con el calendario más sólido del continente en torneos juveniles para menores de 18 años. Esto representa una ventaja considerable para los padres, que pueden evitar costosos traslados internacionales al contar con competencias de primer nivel en plazas como Veracruz o Monterrey. Para un tenista de los años ochenta, estos torneos serían el equivalente a recorrer la mitad del circuito sudamericano. Lo afirmo con conocimiento de causa: viví esa experiencia en carne propia.

Hoy, la responsabilidad recae en el jugador dentro de la cancha y en el entrenador durante los entrenamientos. No es justo atribuirle a la dirigencia nacional la falta de resultados, ya que existen condiciones suficientes para lograr buenos desempeños en el circuito juvenil de la ITF. El compromiso del jugador y la capacidad técnica del entrenador son los factores determinantes. Una vez que se alcancen los primeros logros y surjan nuevos retos, será el momento adecuado para hablar de apoyos adicionales. Por ahora, la mesa está servida.

Es verdad que el Consejo Directivo ha incurrido en omisiones importantes, como el histórico descuido del Centro Nacional de Tenis, entre otros casos. Sin embargo, quienes aceptan voluntariamente el papel de dirigentes deben actuar con inteligencia estratégica y establecer mecanismos de control eficientes para asegurar que la institución se conduzca con responsabilidad y buenos resultados FINANCIEROS.

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