Por Alejandro Álvarez | Zenith

En una jornada teñida de sol y viento atlántico, Ana Sofía Sánchez firmó una victoria de temple y convicción ante la morena estadounidense Jaeda Daniel, superándola por 6-4, 6-7(6), 6-2 en la primera ronda del W50 Indian Harbour Beach, Florida. Fue un encuentro de ritmos quebrados y tensiones subterráneas, más mental que técnico, donde la mexicana supo navegar la incertidumbre con una madurez que la consolida, una vez más, como una competidora resiliente.

Desde el arranque, Sánchez impuso su cadencia: precisa con el primer servicio, sólida desde el fondo y con una derecha que no buscó la espectacularidad, sino el desgaste metódico. El primer set fue suyo en 44 minutos, trabajado con paciencia y decidido por detalles.

Pero el partido no sería simple. Daniel, arropada por el aliento local y espoleada por su propio orgullo universitario —forjado en las canchas duras del circuito NCAA—, apretó en el segundo parcial, elevando la intensidad y tomando riesgos con su revés paralelo. El tiebreak fue un microcosmos de la batalla: nervioso, largo, con Sánchez rozando la victoria, pero cediendo por dos puntos que hablaron más de coraje que de forma.

El tercer set fue el retorno de la calma, o al menos de la claridad. Ana Sofía, lejos de flaquear tras perder el segundo parcial, reaccionó con determinación. Un quiebre temprano marcó el rumbo, y desde ahí, cada juego fue una afirmación. Cerró el partido tras dos horas y veintidós minutos de acción, con un grito contenido y una mirada que apuntaba más allá del resultado.

Victoria importante, no por el ranking ni el escenario, sino por la forma. Sánchez sigue demostrando que en este nivel, lo que separa a las que están de paso y las que quieren quedarse, es la capacidad de reinventarse en medio del partido.

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