Fugaz paso… de Oscar Rodríguez por el WTA de Monterrey 2014.
Al consagrarse campeona del Abierto de Monterrey WTA este domingo 6 de abril, cubierto in situ por el reportero, la «experiencia Ivanovic» deja al espectador una sensación de levedad, fibra y belleza incomparables. Poco que ver con la imagen de edición televisiva y menos con las publicaciones de modelaje de la ardiente niña serbia.
Bajo el poético sol del Monterrey de Alfonso Reyes, a un promedio de 40 grados, la danzarina espiga que es el cuerpo de Ana construye su match punto a punto hasta lograr, en sólo una hora, doblegar a su compatriota Jovana Jacsik por mangas de 6-2 y 6-1.
«Todo el cielo era de añil,
toda la casa, de oro.
¡Cuánto sol se me metía
por los ojos!
Mar adentro de la frente,
a donde quiera que voy,
aunque haya nubes cerradas,
¡oh cuanto pesa el sol!
¡Oh cuanto me duele, adentro,
esa cisterna de sol
que viaja conmigo!»
Porque tras de la experiencia ANA, en especial para fans de la hermosura en el tenis, la naturaleza se une al estilo y al esfuerzo humanos y se queda en la memoria de la piel. Un bronceado áureo que recubre músculo y osamenta, brillante en el reflejo que el regio sol le imprime y que a cada golpe resalta, bien dibujadita, la perfección de la musculatura de la no tan frágil cervatilla de los Balcanes. Y la visión se queda: largos miembros de virginal andar, prestos a la carrera para la volea o la línea, mientras que a cada momento la reina de París en 2008 acomoda su naranja licra interior que cubre su favorito vestido azul. El calor es el causante. Al calor lo genera el sol… Ana a pleno sol.
» Y a mí el sol me desvestía
para pegarse conmigo,
despeinado y dulce,
claro y amarillo
ese sol con sueño
que sigue a los niños».
