POR ALEJANDRO ÁLVAREZ ZENITH

EN MEMORIA DE NUESTRA AMIGA

NORMA ISABEL LÓPEZ LÓPEZ

Recuerdo que inicie en el mundo del tenis en un torneo que se celebró en el CDI, en ese tiempo Rubén Zarate era el mejor de México y me dio una paliza. En ese momento me di cuenta que la competencia era dura.

Mi físico no fue el mejor y un accidente en moto acabó con la idea de ser tenista de competencia como lo fue mi tío Alfredo doble finalista del Orange Bowl y del Nacional Abierto y mi abuelo, quien fue el mejor en 1938, pero como daba clases de tenis no podía jugar Copa Davis.

Muy joven me inicié como entrenador siendo el primero Jorge Rendón y en ese recorrido conocí a mucha gente especial. Gente de todo tipo, pobres, ricos, muy ricos y padres y madres especiales por ser descuidados con sus hijos o excepcionales.

Dentro de los excepcionales es imposible olvidar a la madre de los Heyser, doña Norma, una mujer muy seria, amigable, pero extremadamente comprometida con sus tres retoños.

Cuando ella apoyaba a sus hijos todavía entrenaba jugadores de alta competencia que brillaron a nivel nacional e internacional en la categoría juvenil. Algunos fueron Copa Davis, pero nada más. Y siempre me llamó la atención las anotaciones de la señora Norma, pues sin ser una entrenadora dejaba la huella para el análisis de un encuentro y la verdad es que lo hacía muy bien.

En mesa de tenistas yo le comentaba a mi amigo Gerardo Heyser de lo valiosa que resultó su madre para ellos y de ahí surgieron charlas interesantes que se transformaron en aventuras reales de un paso que se mantiene vigente en la memoria de los que las vivieron porque fueron parte de la historia que escribieron.

De lo que me tocó vivir a la señora Norma en paz descanse la pongo a la par de otros padres como Roberto Gallardo (Aranzazu Gallardo), Ataulfo Fernández (Oliver Fernández), Jaime Torres (Melissa Torres) y otros más que de momento se me salen de la mente.

Pero resalto a los padres de mis exalumnos Ricardo Rodarte, Rubén Rodríguez y más. Pues lo único que me resta es decirles a los Heyser que ellos sí: ¡tuvieron madre!