Hablar del gran Iván “El Terrible” Molina, es muy importante e interesante dado que como jugador fue estrella del circuito mundial y como coach ha tenido que ver en el desarrollo de los mejores juveniles provenientes de países del tercer mundo, luego de haber sido contratado por la Federación Internacional de Tenis.
Molina aún es recordado en el Centro Deportivo Chapultepec, pues en 1978, Colombia enfrentó a México teniendo de compañero Jairo Velazco.
En un formato de Copa Davis muy diferente al que se conoce hoy en día, el colombiano Jairo Velazco, derrotó al mexicano Roberto Chávez por 6-2, 6-2, 3-6, 6-8 y 8-6. En la segunda batalla, Iván Molina sorprendió a Raúl Ramírez con parciales de 8-6, 8-6, 5-7, 6-3, y le dio el 2-0 a Colombia.
Molina, respira profundo y de su ronco pecho, dijo: “A las 6 de la tarde por falta de luz, se suspendió el partido estando yo dos sets a uno arriba y cinco a uno. El partido se continuó al día siguiente con saque de Ramírez y para cerrar logré un rompimiento y concreté el anhelado 6-3”.
El colombiano, detalló la táctica que aplicó en altura para darle el 2-0 a su país, “yo traté de variar mi saque apuntando al centro y tratar de jugar agresivo buscando la reta”.
Luego de haber consumado esta importante victoria, Molina explicó el impacto que tuvo en su carrera. “Era el punto que teníamos que ganar para tomar ventaja de 2 a 0 y con esto incrementó la confianza para el equipo con el fin de ganar la eliminatoria”.
Un par de horas después, la dupla mexicana formada por Marcela Lara y Raúl Ramírez, acortó la ventaja doblegando a Molina y Velazco en el tercer punto de la serie al son del 3-6, 6-3, 6-3, y 6-2.
El descalabro tuvo un efecto negativo en el equipo colombiano. “Sabíamos que México tenía una pareja fuerte y estábamos tranquilos, aunque con Velazco hacíamos buena dupla. Sabíamos el potencial de México y mantuvimos la tranquilidad”.
El domingo, 10 de diciembre de 1978, los ánimos se calentaron cuando Raúl Ramírez, igualó la serie victimando a Velazco por 6-1, 7-5, 6-4, entonces toda la responsabilidad recayó en Molina, quien nos dio a conocer lo que sintió antes del duelo final.
“Era el último partido y siempre hay tensión, pero yo me sentía con buena confianza y aún más después de ganarle a Ramírez de México. Entre con muy buena decisión y ese partido se lo gane a Roberto Chávez 6-2, 6-3, 6-2”.
Dentro del circuito profesional, Molina se hizo respetar con victorias sobre Rod Laver, en ese entonces uno del mundo, quien pasó por ser el único jugador en conquistar el Grand Slam como amateur en 1962 y como profesional en 1969, hecho inédito en la historia del tenis.
Otras víctimas fueron Arthur Ashe, ganador del US Open curiosamente como amateur y profesional en 1968. Guillermo Vilas, Manuel Orantes, Adriano Panatta, campeón de Roland Garros en 1976, entre otros.
Su ingreso como coach de los equipos que subsidia la ITF en países tercermundistas, de acuerdo a lo que dijo, se dio después de su retiro: “yo trabajaba en Club Campestre de Colombia y me llamó la Federación de mi país para que apoyara a un equipo junior sudamericano durante ocho semanas para competir en diversos torneos y llegar al Roland Garros en 1987”.
Al año siguiente, la Federación Mexicana, pidió que se incluyera a un jugador mexicano, y ese honor le correspondió a Luis Enrique Herrera quien el 9 de noviembre de 1992 fuese 49 del mundo.
Posteriormente, tuve a otros: “Oliver Fernández, finalista del AMT en 1993; el zurdo Oscar Ortiz, Alejandro Hernández Julia, Erik Casas, quien me dio muchos dolores de cabeza y Enrique Abaroa”.
Los bonos de Molina se cotizaron fuerte y la ITF decidió poner en sus manos a las máximas promesas del tenis mundial, siendo el caso de “Guga” Kuerten, uno del mundo y tres veces ganador del Roland Garros; Nicolás Lapentti, top ten ecuatoriano, entre otros.
Al hacer referencia a Kurten, fue claro al decir que “era un jugador trabajador y muy disciplinado y siempre queriendo llegar muy alto en el tenis, de esos jugadores que tienen ambición para llegar a la cumbre y lo hizo. Era buena persona y lo sigue siendo. Cuando me ve me abraza y hablamos un rato y comentamos de la vida”.
A los 69 años de edad, el quijotesco colombiano aseguró que mientras el cuerpo aguante, la cabeza funcione y las piernas se muevan, “seguiré transmitiendo ese cúmulo de conocimientos empuñando una raqueta”.